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¿Por qué un padre o madre mataría a su hijo/a?

Juan Pablo Venegas
viernes 22 de febrero - 2019

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La prueba moral de una sociedad es lo que hace por sus niños.
- Dietrich Bonhoeffer

Desde hace una semana estamos conmovidos por la situación de una niña de 7 años que supuestamente fue asesinada por su madre a golpes. Este parricidio, develaba además una historia de maltratos que se expresaban en que la niña era muy pequeña para su edad y presentaba desnutrición: se detectaron al menos 73 lesiones o marcas de maltrato en su cuerpo, incluyendo quemaduras en sus genitales provocadas porque la niña tendría problemas de control de esfínter.

Doloroso, descabellado e increíble creer que una madre pudiera haber provocado tanto daño en su propia hija. Pero ¿qué está detrás de todo este maltrato que ya vivimos entre 2017 y 2018 con los casos de Lissette, Ambar, Sophie y Hashim?.

Nos encontramos con que Chile hemos llegado a tal punto de violencia que las niñas y niños llegan a morir en manos de sus padres y cuidadores. Como venimos diciendo hace mucho tiempo, en Chile esta naturalizada la violencia contra nuestros niños. Es legítima y sólo nos damos cuenta cuando llega a estos niveles.

La percepción de la violencia hacia la infancia en Chile

En 2018 lanzamos en conjunto con la Universidad de Chile el Estudio "Modelos Culturales de Crianza en Chile, Castigo y Ternura, Una Mirada desde las niña y niños", en donde más de 2.500 estudiantes de 7° y 8° de 5 regiones del país nos hicieron ver que 1 de cada 2 de ellos es criada con algún tipo de violencia en sus hogares.

Una primera dimensión del problema tiene como base no entender a los niños y niñas como personas, como sujetos de derechos y del derecho, no “como propiedad” de padres, madres o cuidadores, sino como un “otro distinto” del cual tenemos el deber de protección en su proceso de desarrollo.

Una segunda dimensión, es que no cumplimos ni entendemos lo básico propuesto en el artículo 19 de la Convención Internacional de los Derechos de la Niñez: Contar con niños y niñas LIBRES DEL TEMOR DE LA VIOLENCIA. Chile no cumple, por ende las familias no cumplen, las comunidades no cumplen, los colegios no cumplen, y por supuesto, las madres y padres no cumplen.

Se supone que hay una dimensión jurídica medianamente clara para garantizar la protección de la niñez y no la cumplimos, pero aún peor, hemos sido tan negligentes que llevamos casi 30 años sin contar con una Ley de Protección Integral para la Infancia, lo que refleja que como país no queremos comprometernos de verdad a solucionar el tema. Y como hemos visto en el reciente caso y los 4 casos anteriores, el Estado NO CUMPLE:

Durante el año 2018 hemos visto cómo se ha revivido la preocupación por la problemática de la protección a la infancia, desde la crisis terminal del SENAME, hasta la generación de múltiples y transversales agendas de Gobierno, Mundo Privado y Sociedad Civil.

Los Niños Primero ha sido el lema del Gobierno y gran parte del foco de las medidas del Acuerdo por la Infancia están puestas en la necesaria y urgente transformación del SENAME, lo que es impostergable y clave para que el Estado deje de ser un actor más de vulneración de los derechos de las niñas y niños.

Sin embargo, cabe recordar que a esta institución llegan al año no más del 4,5% de la población infantil del país. La pregunta es: ¿qué hacemos con el 95% restante, donde 7 de cada de 10 niños sufren algún tipo de violencia y donde 1 de cada 2 niños es criado con violencia?.

Siendo urgentísimo no seguir con el daño a los niños que hoy se encuentran en el SENAME, pero ¿cuándo logramos intersectorialidad e interseccionalidad efectiva en la protección de todas y todos los demás?

Es imposible considerar políticas de infancia “en la medida de lo posible”, según la “disponibilidad presupuestaria”, o “garantizando sólo algunos derechos  y no otros”.

Hace 30 años ratificamos la Convención Internacional de los Derechos de la Niñez y aún seguimos pagando nuestra inconsistencia y mediocridad política y pública, mirando cómo los indicadores de protección nos golpean en la cara. Datos que nos interpelan y nos dan la certeza de que en nuestro país existe una minimización simbólica del maltrato físico como método de crianza.

Está claro que nosotros los adultos somos hijos e hijas de una crianza en la violencia y criamos con violencia. No miremos hacia el lado, puesto que todos los días, criticamos, gritamos, menoscabamos, ridiculizamos, cacheteamos, golpeamos y se asesinan niños y niñas en nuestro país.

La madre de la niña de Puente Alto era menor de edad cuando la engendró, es decir, probablemente también fue vulnerada en su infancia y adolescencia, o buscaba un lugar en una comunidad marginada y excluida como bajos de Mena.

Desde 1997 el Estudio de las Experiencias Adversas en la Niñez (EAN) Adverse Childhood Experiences Study (ACES), nos reveló la poderosa relación que hay entre nuestras experiencias emocionales como niños y nuestra salud física y mental como adultos (Revisa nuestra publicación sobre las EAN aquí)

El estudio demuestra que los humanos convierten las experiencias emocionales traumáticas infantiles en enfermedades orgánicas más adelante en la vida.

Las 10 situaciones traumáticas que marcan la infancia son:

  1. Abuso emocional.
  2. Abuso físico.
  3. Abuso sexual.
  4. Negligencia emocional.
  5. Negligencia física.
  6. Maltrato violento a la madre.
  7. Abuso de sustancias en el hogar.
  8. Presencia de enfermedades mentales en el hogar.
  9. Separación o divorcio de los padres.
  10. Encarcelamiento de un miembro del hogar.

Estas diez experiencias conllevan altas dosis de estrés tóxico, que tiene la facultad de modificar la arquitectura de nuestros cerebros, generar una reacción de alerta permanente y desregular nuestros sistemas nerviosos, endocrinos e inmunes, entre otras cosas.

Los resultados empeoran cuando desde el mundo adulto que “debería cuidar”, no hay una respuesta adecuada, de sostén, regulación y protección. Es decir, cuando el mundo adulto reproduce en su modo de criar estas mismas experiencias para los niños.

¿Será que la madre de la niña sólo reproduce un fenómeno más social del que no nos hemos hecho cargo?, Las preguntas que han ido surgiendo a nivel de medios y opinión pública son: ¿Dónde estaban y estuvieron los organismos públicos y privados que han intervención con la niña?, ¿Dónde estuvo el centro de salud primaria que nunca vió las cicatrices del maltrato que sufría, o su déficit de crecimiento o su desnutrición?, ¿Dónde está el colegio donde iba a clases la niña?, ¿Dónde estaban las y los vecinos que nunca conversaron, frenaron o denunciaron el maltrato que presenciaban?.

Desde World Vision, tenemos una respuesta clara. Condenamos toda forma de violencia contra la niñez y estamos por actuar de manera preventiva y anticipatoria al daño provocado por la violencia. Para erradicar la violencia contra la niñez hay que hacer un nuevo trato con la infancia de nuestro país. Hay que comenzar a Criar con Ternura, a partir de una crianza que se construya desde la espiritualidad, el desarrollo evolutivo y cultural, el enfoque de derechos, los paradigmas latinoamericanos de la educación y de las relaciones socioeconómicas, desde el respeto, la colaboración y el abandono de la crianza patriarcal.

Tenemos la convicción que cuando los niños y niñas sean criados con Ternura podremos alcanzar nuestro sueño de un país y un mundo libre de violencia infantil.

Entendemos la Crianza con Ternura como una revolución cultural para Chile que nos anime a contribuir al desarrollo pleno de la niñez, que se cultiva desde relaciones intergeneracionales de amor incondicional e inquebrantable en los cuidados de la niñez, con nuevos ejemplos de vida, y acciones sociales. Una crianza que procure el derecho  de niños, niñas y adolescentes al cuidado libre de violencia y pleno de amor, buscando transformar las desigualdades y la violencia que impiden la vida plena de la niñez en Chile.

No queremos más madres que por las más diversas razones terminen matando a sus propios hijos, no queremos más negligencias ni obsecuencia, ni indiferencia ante situaciones que ya son insostenibles para nuestros niños y niñas.

Por lo anterior, nos comprometemos de manera personal y colectiva a ser esa generación que promueva el derecho al cuidado libre de violencia y pleno de ternura.