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Niñez y violencia de género

World Vision Chile
lunes 24 de febrero - 2020

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Por Juan Pablo Venegas
Director de Incidencia Pública de World Vision

El ministerio de Salud (Minsal) publicó recientemente nuevos antecedentes que detallan el incremento de las denuncias por violencia sexual y de pareja entre adolescentes y jóvenes, cifras que establecen una diferencia entre la violencia en relaciones de pareja y la ejercida por otros (conocidos y desconocidos). Para ambos casos, las mujeres figuran como principales víctimas. 

Las razones de este incremento se ligan a un aumento en la denuncia y conciencia de parte de las víctimas respecto de las situaciones de violencia que viven, además de la generación de una reflexión crítica que les ha posibilitado revertir las estructuras culturales de violencia y la mejora de las políticas públicas de denuncia, acogida y atención a víctimas. 

Es clave precisar que esta cifra se suma a otras ya conocidas de violencia contra la niñez, donde se ha concluido que 7 de cada 10 niños y niñas sufren algún tipo de violencia en sus vidas (Min. Interior, 2017) y 1 de cada 2 sufre de violencia en su propio hogar (WorldVision, 2018). 

Vivimos en una sociedad que naturaliza la violencia como patrón de relaciones, de comunicación y de costumbres para la convivencia. De hecho, la violencia contra la niñez es uno de los principales problemas de país y se vuelve aún más grave al diferenciar la situación según el género de la víctima. La violencia de género es cada día más visible y determinante en la estructura de relaciones sociales, incluso en la niñez, la adolescencia y la juventud. 

Dado lo anterior, resulta especialmente relevante preguntarse ¿por qué adolescentes y jóvenes se relacionan violentamente en pareja?

La cotidianeidad, los eventos del día a día se encargan de evidenciar que no somos iguales, pues las desigualdades de género en Chile se siguen reproduciendo por un extenso ciclo de producción de violencias: físicas, psicológicas, simbólicas, entre otras, y reconstruidas a cada instante en las relaciones sociales. 

Entonces, ¿cómo se puede avanzar en resolver este problema? Un primer paso es que como país se aborden las complejidades derivadas de la violencia heteronormativa desde temprana edad y con mirada de niñez. 

En este punto es clave el desarrollo y construcción de identidades masculinas nuevas y positivas, así como una parentalidad responsable en el caso de los niños, que se sustenten en el respeto y la igualdad entre géneros. Así también, que niñas y adolescentes conozcan sus derechos, incrementen su autoestima y se empoderen en favor de su desarrollo pleno. 

Asimismo, se debe trabajar con familias, cuidadores y educadores, especialmente en temas de protección de la niñez, equidad de género y prevención de violencia sexual. Esto, a fin generar encuentros de conversación y promoción familiar y comunitaria que promuevan la equidad de género, en donde sean las intervenciones con niños y niñas las que vayan produciendo una reflexión crítica que les posibilite ir cambiando las estructuras culturales de violencia en las que viven.

Mientras antes se comience, con un enfoque preventivo y promocional, se irá progresivamente reduciendo la incidencia de abusos y violencia sexual desde temprana edad. 

En esa línea, es urgente contar pronto con una Ley de Protección Integral y Garantías de Derechos para la Niñez, que impulsen políticas públicas interseccionales y con enfoque de género, que implementen planes y programas antidiscriminatorios respecto a la cultura patriarcal dominante. Con esto se logrará un aumento del bienestar y el empoderamiento de las niñas preadolescentes y adolescentes. 

Así, en primer término urge propiciar el fortalecimiento de redes de la sociedad civil, organizaciones de mujeres y autoridades locales (del área de la educación, salud y protección), a fin de reforzar la respuesta local y regional para el abordaje de la violencia de género.

También se debe fomentar la prevención del embarazo adolescente y de la violencia sexual (especialmente de las comunidades más vulnerables de nuestro país) y  aumentar del uso y conocimiento de los servicios de prevención y denuncias de violencia de género contra las mujeres. 

La eliminación de las masculinidades tóxicas conlleva vidas más felices, plenas, y seguras para niños, adolescentes, jóvenes y hombres adultos. 

Es clave que niños y niñas desarrollen vínculos amorosos sanos desde su más temprana edad. Para que en su adolescencia y juventud tengan la oportunidad de detectar oportunamente la ocurrencia de relaciones abusivas.

Sólo así se tendrán relaciones de pareja y vínculos entre hombres y mujeres con diálogo afectuoso; honestidad entre lo que se dice y se hace; parejas capaces de acogerse y acompañarse, desarrollando la capacidad de comprender empáticamente las necesidades del otro.

Relaciones donde el respeto es recíproco y  en caso de que  decidan iniciar relaciones sexuales que formen parte de un acuerdo mutuo y seguro. Relaciones donde compartir resulte atractivo, surja la alegría de vivir y cumplir metas. 

En definitiva, es necesario continuar trabajando para que niñas, niños y adolescentes cumplan su derecho a una vida libre de violencia.